El arte en Japón
El arte de Japón es una
expresión de la cultura
japonesa, desarrollado a lo largo del tiempo en diversos
períodos y estilos que se han ido sucediendo de forma cronológica, en paralelo al devenir histórico, social y cultural del
pueblo japonés. La evolución del arte nipón ha estado marcada por el desarrollo
de su tecnología, siendo una de sus señas distintivas el uso de materiales
autóctonos. Como en el arte occidental, las principales manifestaciones artísticas han tenido su
origen en la religión y el poder político.
El arte japonés, como el resto de su filosofía –o,
simplemente, su forma de ver la vida– es propenso a la intuición, la falta de racionalidad, la expresión emocional y la
sencillez de actos y pensamientos, expresados a menudo de formasimbólica. Dos de sus características distintivas son la simplicidad y
la naturalidad.
Para mayor claridad, en este apartado
hablaremos del arte en la Era Meiji, principalmente de las eras Taisho y Showa
(1912-1989).
Arte en la Era Meiji
La Era Meiji constituye una de las más importantes
y fascinantes etapas de la historia de Japón. Época de convulsos
acontecimientos, fue testigo del fin del shogunado Tokugawa y de la
reinstauración del poder imperial en la figura de Mutsu Hito (el emperador
Meiji), de la decidida apertura del país al mundo exterior y del inicio de un
acelerado proceso de modernización.
Una de la
claves de la fascinación que produjo el país del Sol Naciente fue el
descubrimiento y difusión de su arte. Mientras el Japón Meiji renovaba sus
manifestaciones artísticas y recibía el influjo de arquitectos, escultores y
pintores de Occidente, porcelanas, cerámicas, lacas, objetos de marfil, armas y
tsuba, pinturas, estampas y libros ilustrados Ukiyo-e, arraigados en la
tradición (muchas de ellos realizados para la exportación) inundaron los
mercados gracias al fluido comercio. Estas obras causaron una singular
atracción en europeos y americanos tanto por reproducir la imagen exótica del
Japón sugerente y lejano, con sus bellas mujeres, sus evocadoras leyendas y sus
exquisitos paisajes, como por su delicadeza, su preciosismo, calidad y
originalidad de sus técnicas y sus recursos estéticos muy novedosos. Entre los
numerosos coleccionistas que, subyugados por la belleza de estas obras, las
atesoraron a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del
XX, se encontraron críticos de arte, literatos, intelectuales, viajeros,
hombres de negocios, e artistas.
Arquitectura japonesa
La arquitectura presenta una doble
dirección: la tradicional (santuario
Yasukuni, templos de Heian Jingu y de Meiji, en Tokio) y la de influencia europea, que incorpora las
nuevas tecnologías (Museo Yamato Bunkakan, de Isohachi Yoshida, en Nara). La occidentalización conllevó la construcción de nuevos
edificios como bancos, fábricas, estaciones de treny edificios públicos, construidos con materiales y
técnicas occidentales, emulando en un principio (finales del siglo XIX) la
arquitectura victoriana inglesa.
La arquitectura y el urbanismo
recibieron un gran impulso tras la Segunda Guerra Mundial, debido a la
necesidad de reconstruir país.
Pintura japonesa
La pintura también siguió dos
corrientes: tradicional (nihonga) y occidentalista (yōga), aunque independiente de ambas destacó a
principios del siglo XX la figura de Tomioka Tessai. El estilo nihonga fue promovido a finales del siglo XIX
por el crítico de arte Okakura Kakuzō y por el
educador Ernest Fenollosa, buscando en el arte tradicional la forma de expresión
arquetípica de la sensibilidad nipona, aunque este estilo también recibió
alguna influencia occidental, sobre todo del prerrafaelismo y el romanticismo.
En el período Taishō predominó el estilo yōga sobre el nihonga, aunque el aumento en la utilización de la luz y la
perspectiva occidentales disminuyó las diferencias entre ambas corrientes. Así
como el nihonga adoptó en buena medida las
innovaciones del postimpresionismo, el yōga manifestó una inclinación por el eclecticismo, surgiendo una gran diversidad de movimientos artísticos
divergentes.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la censura y los
controles gubernamentales permitieron únicamente la expresión de temas
patrióticos. Tras la guerra, los artistas japoneses prosperaron en las grandes
ciudades –particularmente en Tokio–, creando un arte urbano y cosmopolita.
Cine japonés
El
espectáculo cinematográfico, ideado en Occidente, se propagó rápidamente a
nivel mundial por el simple hecho de que, a partir de la conferencia de Berlín
de los años ochenta del siglo XIX, o sea, sólo una década antes de la invención
del cine, las potencias europeas y su prolongación norteamericana, se habían
fagocitado el planeta, repartiéndoselo y creando un mercado mundial“globalizado”, es decir,
dominado totalmente por ellas. El cinematógrafo, producto de la revolución
industrial de Occidente, aparato mecánico-óptico base de un espectáculo
público, de una industria y un comercio, tuvo obligada difusión por Oriente y
América Latina.
En Japón, este espectáculo se instaló tempranamente, y su aceptación fue
creciendo hasta alcanzar niveles de fanatismo, superiores incluso a los de
Occidente. Hacia los años veinte del pasado siglo, este país-potencia, creado
como tal por la Inglaterra británica imperial para que, como discípulo y
aliada, frenara el expansionismo del imperio de los zares en China -para afianzarel propio- disponía de una fuerte
industria cinematográfica sólo comparable a la de Hollywood, hasta el punto de
que la producción de filmes mudos, alcanzó los 800 y 900 títulos anuales.
El cine japonés aúna la
moderna tecnología con la temática tradicional, con un particular sentido estético que otorga
gran importancia a la lírica visual. Introducido en 1896, siempre ha gozado de gran popularidad. En 1908 se crearon los primeros
estudios cinematográficos japoneses. Desde el principio el cine tomó
numerosos préstamos del teatro tradicional japonés, y se dividió en dos
tendencias: gendai-geki, de tema contemporáneo, y jidai-geki, de tema histórico. El cine mudo incorporó
figuras como el onnagata, actor que representa un rol femenino, y el benshi, recitador que comenta la película durante la proyección.
Varias pinturas de van Goghs imitan el estilo y los temas ukiyo-e (“estampas del mundo flotante” del período Edo). Por ejemplo, Le Père Tanguy, el retrato del propietario de una tienda de material artístico, muestra seis diferentes ukiyo-e en la escena del fondo. Pintó La cortesana en 1887 después de encontrar un ukiyo-e de Kesai Eisen en la portada de la revista Paris Illustré en 1886. En esta época, en Amberes, ya estaba coleccionando estampas japonesas.
A la derecha se puede ver una estampa ukiyo-e japonesa, las cuales inspiraron a Vincent para crear el fondo de su cuadro Le Père Tanguy, a la izquierda, que está lleno de estampas muy conocidas de este estilo.
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